Locos por el té

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El té es un ritual, un compañero, una sensacional fuente de cafeína diaria que está ganando adeptos en un momento en el que las infusiones (esa tradición tan francesa) están tan de moda.

Visitar la fábrica de té Dambatenne en Sri Lanka es como hacer un viaje al pasado, construida hace 125 años por Sir Thomas Lipton hoy en día todavía sigue en funcionamiento. Este tipo de fábricas abundan en la zona y se dispersan por todo el territorio conservando su aspecto originario: estructuras altas en forma de caja con setos ornamentales a su entrada al más puro estilo de la revolución industrial inglesa. A excepción de algunas máquinas más nuevas de los años 60 y 70 la fábrica transmite la sensación de que nada ha cambiado en un siglo.

El interior del entramado industrial es ruidoso, caliente, y huele a hojas de té húmedas. En el piso superior se encuentra la zona donde se seca el té recién recogido extendido en mesas de secado masivo.

La vida de los plantadores de té también goza un aurea mágica en medio de las montañas. Por lo general los plantadores no pueden desvelar para quien recogen el té, un de los misterios mejor guardados del oficio; este punto clandestino le confiere un punto más misterioso si cabe a la vida de los plantadores.

El sistema jerárquico que rige el mercado del té es casi exactamente igual que hace un siglo. Los futuros agricultores acuden a la escuela para convertirse en "plantadores" (manager) sometiéndose a un entrenamiento intensivo. Una vez superado el periodo de formación, asumen la gestión de una empresa adoptando el estilo de vida de los gerentes blancos coloniales que vinieron antes que ellos. Generalmente viven solos en casas grandes y aisladas en medio de la montaña.

 

Y que mejor forma que apostillar un menú de chef a domicilio de cocina fusión con un delicioso té con limón.